dc.description.abstract | Ya sea porque existen fundadas sospechas que el cambio climático global –CCG— pueda generarle graves daños, o porque tarde o temprano (y más allá de los resultados de las disputas rresueltas en el seno de los organismos internacionales encargados de su tratamiento) todos los países, inclusive aquellos a los que se les reconoce una responsabilidad menor sobre el problema, deberán controlar sus emisiones de Gases de Efecto Invernadero –GEI—. Resulta indiscutible, entonces, que Argentina debe diseñar su propia política de reducción de tales emisiones.
Por las características propias de su matriz energética, Argentina forma parte de los países que tienen como principal recurso de reducción de los GEI al transporte automotor urbano. El parque de estos vehículos, de uso privado, a pesar de los obstáculos coyunturales, se supone que tendrá a largo plazo, una presencia previsiblemente creciente en el país. Esto implica, asimismo, que habrá un efecto incremental sobre la quema de combustibles fósiles y, por tanto, necesariamente también, un creciente impacto sobre el proceso de contaminación atmosférica global o CCG.
Sin embargo, parece existir en la sociedad Argentina un grado de conciencia -y consecuentemente una preocupación— aún débil sobre la crisis ambiental producida por la proliferación indiscriminada del automóvil
individual como modelo de movilidad. Este bajo nivel de conciencia del problema en la sociedad civil, producto en buena medida de su relativa novedad, constituye una buena parte de la explicación respecto de la igualmente débil y también inorgánica acción pública sobre dicha crisis.
Se podría agregar, inclusive, que la sociedad está muy lejos de visualizar como efecto pernicioso de la motorización individual a ultranza, la contaminación atmosférica global. Las aristas sobre las que actualmente se centra la preocupación social respecto de la crisis del tránsito parecen pasar hoy, casi exclusivamente,
por los problemas de congestión, con sus secuelas de incomodidad e incremento de los tiempos de
viaje, o por visiones reduccionistas de la contaminación atmosférica local que focalizan en algunos de sus agentes más visibles (como el material particulado por ejemplo), o aún por la contaminación sonora. Pero estas preocupaciones, indudablemente legitimas, no incluyen la emisión de gases que recalientan la atmósfera | es_ES |